Yo creo y he aprendido
Creo en Jesús y que él está vivo. Siempre me llamó la atención cuando era niño la forma en que Jesús llegaba con los discípulos después de resucitar. Parecía como algo natural, normal para él: «la paz sea con ustedes», «no tengan miedo» y «soy yo» son frases que muestran que, a diferencia del Maestro, los discípulos todavía no comprenden: no pueden porque o tienen miedo o mucha alegría. Pero de niño siempre miré curioso aquello: ¿no les había avisado que iba a sufrir mucho a manos de quienes no lo querían?, me preguntaba. Hoy comprendo dos cosas que antes no podía:
- Ellos no estaban listos para verlo morir y mucho menos para verlo vivo otra vez, en medio de ellos.
- Creer en Jesús es contar que Él está vivo a través de nuestra vida, derramada con amor en este mundo.
¿Dónde está el éxito? Jesús el siervo doliente
Los discípulos esperaban lo que todo el mundo espera cuando se une a cierto proyecto: el éxito. Para cualquiera de nosotros, cuando escuchamos hablar de Jesús y la vida eterna, de creer en un Dios todopoderoso que nos cuida y protege, escucha nuestras oraciones y cumple lo que le pidamos, nos imaginamos más al genio de Aladino, que al Padre de Jesús. ¿Quién de nosotros no se ha preguntado más de una vez por qué suceden cosas malas a gente muy buena? ¿Por qué la gente mala y sin escrúpulos obtiene éxito, fama, fortuna e impunidad frente a los crímenes que haya cometido? ¿Qué recompensa existe para quienes siguen la causa de un profeta que terminó colgado de un madero, juzgado como delincuente de la peor clase?
Cuando Jesús regresa, lo hace para que sus discípulos entiendan de una vez y para siempre que en el proyecto del Reino de Dios habrá siempre persecución. Quienes levantan la voz para hablar del amor, la paz y la justicia no siempre son bien recibidos y sí rechazados por aquellos que defienden sus privilegios, comodidades y creencias. El mensaje de la resurrección es que la Vida Eterna comienza cuando se siembra esa semilla: la Palabra que reclama justicia, que reparte amor y dignidad para los invisibles e indeseables. La Vida de Jesús está abierta para quienes deseen comprometerse en este proyecto, con el conocimiento de los riesgos que implica. La certeza que el Maestro espera enseñar a sus discípulos es que, a pesar de toda la maldad que se oponga al proyecto, al final, el Amor tendrá la última palabra. Trabajar con esa esperanza en medio de los sinsabores que atravesamos es algo completamente cristiano. La Vida de Jesús le da sentido a nuestro peregrinaje en este mundo y nos sostiene en el compromiso que asumimos para ser testigos de esa vida.
El siervo doliente de Yahvé comprende nuestro sufrimiento y lo que nos preocupa porque él mismo lo ha experimentado. La injusticia y el dolor no son ajenos a su vida. No predicamos un dios triunfador a toda costa, sin importar los medios: damos testimonio de un Dios Amor que se entrega hasta las últimas consecuencias para inspirarnos a vivir así: apasionadamente.
Nuestro signo es el Amor
Este testimonio tiene un factor de calidad innegociable: el amor. Dice el Apóstol Pablo que Amar es cumplir la ley entera. Y el Apóstol Juan nos recuerda que quien dice conocer a Dios sin amar a sus hermanos y hermanas es un mentiroso. La única verdad es el Amor al estilo de Jesús: universal, incondicional, misericordioso y compasivo, cercano y comprensivo. La gratitud del amor con que Dios nos ha tratado habría de inspirar nuestra vida entera para que se convierta en un auténtico testimonio de que Jesús Vive y nos quiere vivos a todos.
Levantarnos en las plazas de este tiempo (las redes sociales) y pregonar a todo mundo que Jesús está Vivo (a través de historias de insta) puede comunicar una parte del mensaje. El discurso de Pedro en Hechos de los Apóstoles es largo, bien organizado y argumentado, pero no nace de la reflexión, ni de un panel publicitario con indicadores de audiencia. El origen de nuestro testimonio radica en el encuentro con Jesús resucitado: la persona misma de Jesús en el camino. Sin esa experiencia fundante, no sabremos cuánto Amor hemos recibido. Podremos leer al respecto, podremos pensar mil ideas buenas y rectas, podremos oír canciones bellas que hablan de amor, pero no comprenderemos hondamente esta verdad hasta que nos duela el amor de Dios en las entrañas.
El amor de Dios duele, muerde por dentro cuando vemos a uno de sus hijos maltratado, una de sus hijas negada y abusada. No podemos quedarnos mirando, callados. Empezar en casa es un comienzo loable, por supuesto; pero no es suficiente hasta que no comprendamos de una vez por todas que todos somos la misma familia. Lo que nos hacemos unos a otros es signo de nuestra fe (o la negación de ella) ¿Cómo podrías rezar el padrenuestro si no has hecho de Dios nuestro Padre, considerando a todos los seres humanos tus hermanos? Esto no se trata de pertenecer a una religión u otra, sino de abrazar a la humanidad en su conjunto, una persona a la vez.
Para la reflexión
Y tú, en las cuentas del Amor, ¿cómo te encuentras? ¿Vives amada por Dios? ¿Sientes que Dios te acepta como eres, conoce tu fragilidad y te pide que lo dejes actuar dentro de tu corazón? ¿Dónde está tu tesoro, el éxito que esperas? ¿Cómo sabes que el fracaso no te mermará la fe cuando llegue? ¿Pides y esperas manipular a Dios? ¿Qué es el amor para ti, qué lugar ocupa en tu vida cotidiana? ¿Te preguntas cómo está tu corazón a menudo?