Navidad es ternura…
Cada vez que nace un bebé en este mundo, especialmente cuando ha sido esperado un largo tiempo y llega a un hogar amoroso y lleno de ilusión, hay un pequeño milagro. ¡Tantos milagros cada día en toda la tierra siguen ocurriendo! Hoy contemplamos el mayor de todos, la llegada de un niño que es Dios. Todo lo que sabíamos de dios, de lo que consideramos divino y poderoso, todo lo que nos imaginamos que era dios, quedó anulado con la llegada de Jesús a este mundo.
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Hoy es la Noche Santa, en la que contemplamos la mayor de las sorpresas. Quien es rico, se ha hecho pobre; quien es omnipotente, se ha hecho frágil y débil; quien es infinito, se hace pequeñito; el dueño del universo no encuentra sitio en la posada para que tú tengas una mansión en el cielo. Jesús nos viene a recordar que la sencillez, la humildad y la entrega total y generosa son las tres mayores manifestaciones del amor infinito de Dios.
¿Qué has hecho para merecer tanta ternura? ¡¡Nada!! Porque el regalo de Dios para nosotros es su propio Hijo. Es una entrega generosa de amor y total libertad. Nuestra humanidad es débil y pobre frente a tantas injusticias, violencia, desamor e individualismo en el mundo. Caminamos entre sombras, tratando de sobrevivir muchas veces, llenos de dudas, desconfianza, sinsentido, vacío. Le pedimos a Dios, pero muchas veces ni siquiera sabemos bien qué pedirle. Esta noche, Dios responde a nuestra oración con el regalo más maravilloso: su propio Hijo. Y lo hace porque nos ama completa y generosamente. Es un amor que desborda todos los corazones y nos envuelve esta noche, cuando contemplamos su misterio en familia, como Iglesia, en casa, entre amigos y hermanos.
¿Qué quiere decirnos Dios con este don de su amor? Que Jesús es Dios. Jesús es la sencillez de nacer en una familia, de hacer suya la debilidad de un pequeño bebé, de crecer en medio del mundo, como uno de tantos, sintiendo la misma hambre, sueño, cansancio, sed y deseos que nuestro corazón tiene dentro. Jesús es la humildad de ser completamente humano, carne y anhelos que se tejen en nuestra historia.
Jesús nos enseña que ser humano es también participar de lo divino. Jesús es la entrega total y sin reservas de un Dios que no puede con tanto amor, que no mira la forma de hacerte entender esta noche que eres amado, infinita y gratuitamente amado; y ese amor ya te incluye en la eternidad de Dios, tu Padre.
¿Qué hago con este niño que ha nacido? Contemplarlo, llenarnos de su ternura y dulzura, dejarnos tocar el corazón por su calor… ¡Y salir a las calles a repartir el amor que nos ha sido entregado! Porque festejar la Navidad significa reconocer que un niño ha nacido, pero que Jesús sigue naciendo cada día. Jesús nace entre los pobres, los que no tienen nada, los que nadie quiere, los que todos ignoramos y excluimos porque no creen lo que nosotros, no hacen lo que nosotros, no viven como nosotros. Jesús nace en tu hermano, al que vuelves la cara, para no verlo cuando caminas por la calle. Jesús nace en tu hermano, que sufre en silencio la verdad de su identidad para no incomodar a la familia. Jesús nace en tu hermana, que soporta la violencia de la casa que prometió construir con su agresor. Jesús en el niño o niña que es ignorado por sus padres, que no es escuchado ni amado porque cada uno está trabado en su propio mundo de necesidades egoístas. Jesús nace en el anciano que sobrevive en soledad, rogando a Dios que se apiade de él y mejor muera.
Con la misma ternura y cuidado con el que cargas a tu niño esta noche, ¿por qué no mirar y amar a estos hermanos tuyos que Dios pone en tu camino? Jesús nació para que, en este mundo lleno de egoísmo y oscuridad, brillara la luz sobre las tinieblas. Es decir, que seamos capaces de abrir los ojos, las manos, el corazón; de ponernos en marcha y hacer la diferencia.
Jesús nació para que todo el mundo supiera cómo es el corazón de Dios: lleno de amor por los más pequeños. Los vulnerables de esta tierra no están solos porque Jesús ha nacido vulnerable, pequeño, frágil, débil, perseguido, desnudo y lloroso.
Ser cristiano, seguir a Jesús, es ser completamente humano porque Él ha decidido asumir nuestra humanidad a plenitud, y mostrarnos el Camino para llegar al corazón del Padre, que nos ha buscado desde siempre porque tiene un sueño de amor para todos nosotros.
Ser cristiano, seguir a Jesús, es ayudar a mi hermano a ser completamente humano. Eso incluye defender su dignidad, tener gestos de amor para él, ponerme a su servicio para que crezca en paz y justicia, comprometerme a escuchar y respetar su voz. Si no hacemos todo esto, la Navidad es una fecha hueca, llena de luces que mañana desecharemos porque se han fundido.
¿De qué te sirve un nacimiento iluminado o un villancico bien cantado, cuando tu corazón está frío ante el sufrimiento de tu hermano? Navidad es un recordatorio: Dios mismo se nos ha entregado y confía en nosotros, para que nos entreguemos con la misma generosidad, sencillez y humildad.
Ánimo, y abramos el corazón.