Esta es una noche que pasaré bajo el puente. Tengo el corazón rebosante, pero a la vez temeroso y trémulo. Me siento como si estuviera nadando en una masa de aire que se mueve conforme al ritmo de mi corazón. Hoy me preguntaron si veía a las estrellas y me preguntaba de dónde venía o qué hacía aquí… Las estrellas siempre me han parecido tan bellas, tan estimulantes para mi imaginación cargada con historias de otros mundos que quién sabe cómo ni donde aprendí. Al mirarlas, siento paz, como saber que hay algo trazado para mí, que hay Alguien que vela por mí, que está en mi corazón y me llama a mirar sus estrellas y recordarlo, sentirlo vivo dentro de mí, fuera de mí, rodeando mi corazón y sosteniéndolo en la palma de su mano. ¡Qué intensa es la sensación! 
Orión es, ha sido, un punto de referencia en mi cielo, desde mi infancia. La simetría que forma el cinturón de Orión, la relación perfecta entre sus estrellas (3) que brillan y se alinean cada noche invernal… fue el primero de los objetos celestes, la primera figura que llamó mi atención aún sin saber su nombre. Cada vez que la miro, mi corazón se renueva con la certeza de un camino, de un plan. Es el cinturón de un cazador… mi vocación errante e inquieta se confirma con esa revelación. Es el receptáculo de una hoja afilada… esta lengua que se me ha dado para algo más, algo que todavía tengo que descubrir. Tal vez. Elucubraciones.
Pensar en estrellas es pensar en grillos, en noche, en frescura, en el olor reciente de humedad en el suelo o el pasto, en luciérnagas que encienden y apagan a lo lejos, en el silencio poblado de pequeños ruiditos que relajan, que bañan el alma de un dulzor especial que dispone a los más bellos sueños… “Las estrellas titilan a lo lejos”
¡A cuántas personas no recuerdo cuando miro arriba y me sonríen los luceros cargados de nostalgia! ¡Cuántos se han ido adelantando y “miran desde arriba” a estos que permanecen en este valle de lágrimas! Mi corazón se estruja a veces al pensar en las historias inconclusas con seres tan valiosos que conocí tan poco, o en los pendientes que dejan los que han marcado profunda huella en mi existencia, los que han forjado partes muy mías… también el cielo me habla de que están vivos, que su esencia permanece en algún sitio y que el calor que siento en mi corazón cuando los pienso es su forma de seguirme diciendo: “te amo” y por todo eso vivo agradecido. 
La oscuridad de la noche siempre me inspira. Soy un hombre que trabaja mejor de noche, que sueña despierto y habla en la noche con el corazón en la mano, con la subjetividad a flor de labios, que recuerda con el amor que inunda su corazón… que respira el júbilo que anida en su pecho desde tiempos antes del tiempo, de su conciencia del paso inexorable de las horas. La oscuridad es clara como el día para Quien me conoce en lo profundo y me mira con ojos de misericordia. 
Mi corazón inquieto se goza con la noche… 
…aunque últimamente también he ido gozando más el día, el brillo del sol y la tibieza que inunda mis sentidos cuando me pongo frente a él y le susurro lo que Dios murmura en mis oídos.