8:09 a.m.
Nos hemos levantado temprano para poner el mobiliario con el que recibiremos a nuestros visitantes, amigos y familiares. Bajo la dirección del p. Julio nos dimos a la tarea de colocar las sillas, las mesas donde se servirá la comida, el sistema de sonido. Ahora mismo, Benjamín da los últimos toques con la finura de su buen gusto. Todo este jaleo nos ha tomado alrededor de cincuenta minutos, aunque todavía hay hermanos que siguen trabajando. Es el ambiente de la expectativa alegre de quienes tenemos un día importante.
Pensar en la renovación como un gran evento es, hasta cierto punto, relativo. Desde quienes vivimos la formación como un caminar de seis años, renovar cada año nos permite refrescar nuestras resecas pupilas con las gotas de fe que el Padre nos da. Al detenernos y mirar lo que se ha vivido, reflexionar sobre nuestra respuesta al llamado que se va aclarando cada vez más, que se transforma en acciones concretas y que nos desafía a través de los retos del camino, tenemos la oportunidad de “cargar baterías” en medio del ajetreo diario. Tal vez para quien ya ha hecho su profesión solemne, que vive en medio de las fatigas diarias del conducir una obra sea una alegría menos cercana, incluso más bien cargada de cierta nostalgia… de cualquier forma, en casa sabemos que nuestros hermanos se alegran por nosotros y que su oración esta mañana tal vez nos haya recordado.
Para nuestras familias, que nos acompañan también en este proceso, es una causa de gozo. No tiene la fuerza de una graduación, pero sí de un logro importante, pasos que se van dando para la realización de un sueño. Vernos felices, ilusionados y con la vida llena de sentido les da una profunda alegría, estoy seguro. Ya porque nos acompañen aquí, o porque están en casa orando por nosotros, con la mente puesta en el momento, su compañía se siente desde la víspera. Estamos agradecidos por ellos con el buen Dios.
Tal vez se va haciendo hora de ir a almorzar algo. Me he escapado para escribir estas líneas e iré añadiendo pequeños “reportes” para al final poner esto en línea también.
9:26 a.m.
Apenas termine con estas líneas, pondré en orden la maleta con el hábito. Hemos terminado de almorzar. Nos acompañaron los padres de Melchor, quienes llegaron de Veracruz ayer por la tarde a casa, la familia de Roberto, llegando hoy desde Puebla. Ahora cada quien se va alistando para salir hacia el templo de Tlalcoligia por ahí de las diez.
7:25 p.m.
Atardece. Ha sido un gran día. Después de salir hacia el templo, me encontré con la familia de Víctor que había llegado también para la misa. Ya en el metrobús, saludamos a la mamá y el hermano de José Luis. Juntos nos dirigimos hasta la parroquia. Al llegar, el ambiente era festivo, el coro ya estaba apostado en su sitio, dando los últimos repasos a los cantos de la celebración. Poco a poco, los padres fueron llegando y entre los saludos, revestirnos y las últimas instrucciones, llegó la hora. Fue una misa emotiva, familiar, con un sello muy escolapio, creo yo. En su homilía, el p. Juan Antonio nos ha hablado sobre el seguimiento de Jesús y cómo la formación ha de ser un esfuerzo continuo por dejar todo en pos de Él, más allá de los cumplimientos está la entrega generosa, que no escatima porque sabe que se debe a quienes son los destinatarios de ella, y en ellos mira al mismo Jesús, a quien le debe toda la vida. ¡Sin reservas! Nos animó a seguir adelante y a sabernos acompañados en el camino por nuestros hermanos y por aquellos a quienes servimos.
Después de la misa, ¡a la mesa! Volvimos a casa y alistamos todo para que nuestras familias y amigos compartieran un sabroso mole con nosotros, después del cual, partimos un sabroso pastel cortesía del generoso corazón de Mayra y su familia. Una casa con las puertas abiertas, donde todos somos familia y celebramos en un compartir sencillo, alegre: esto ha sido nuestro juniorato esta tarde, entre más saludos, felicitaciones y sonrisas.
Algunos hermanos han ido con sus familias a dar una vuelta después de la comida. Yo he salido con Óscar y Erika, amigos que han venido desde Querétaro. Al volver a casa, ya todo estaba recogido, aunque Benjamín, Melchor, José Guadalupe, Éder y Carlos estaban en un improvisado karaoke con algunos de los muchachos de los grupos juveniles y los papás de Melchor. Ahora, mientras escribo, algunos miran la tele en la sala.
Renovar, sí, dar una respuesta afirmativa que seguirá construyéndose durante este año que comienza. Renovar, también, el ánimo y el agradecimiento al buen Dios por todos sus dones, por las personas que pone en nuestro camino, por las experiencias que hoy se resumen en un compromiso, una fórmula que habla de voluntad, de entregar todo el corazón, de seguir en la búsqueda amparados en el amor de nuestra Madre María y que, Dios mediante, buscamos reafirmar en un año. Hoy estamos aquí.