Fuego, no paz…
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Jesús trae a la tierra un fuego poderoso y transformador, algo que revoluciona los corazones de todos los que escuchan sus palabras y lo miran actuar. Para varios de sus seguidores, el profeta de Nazareth tiene una energía especial que no habían visto antes entre los que anunciaban a Dios por los caminos. Pero este fuego es más que una novedad pasajera. Hoy podemos unirnos todavía a la gran pasión de Jesús: “¡Cómo quisiera que este fuego ardiera en toda la tierra!”
Domingo ordinario
Arde, Señor, en las conciencias entumecidas que normalizan la agresión y la violencia. Quema las plantas de los pies de quienes se niegan a salir de sí mismos y buscar al otro en su mundo, en su terreno. Escoce las manos de quienes cierran su corazón a la generosidad y al compartir. Renueva la pasión de quienes han perdido la esperanza y vagan por la vida sin nada más que recuerdos de tiempos mejores. Purifica las intenciones de nuestros corazones para que sigamos tus pasos con valor y anunciemos la llegada del reinar de Dios con nuestras vidas pequeñas y humildes.
Necesitamos ese fuego que no se apaga porque seguirte es impopular, criticable. Un cristiano, verdaderamente apasionado, no puede quedarse inmóvil frente a las estructuras de injusticia que nos rodean. Aunque todo el resto del mundo se oponga, o nos diga que no podemos hacer nada; aunque le griten que se calle y se siente, que es solamente un grano de arena en el desierto del mundo. Seguir a Jesús nos contagia de ese fuego sagrado, encendido como hoguera eterna: el Amor del Padre que camina y lucha por sus hijos más pequeños y vulnerables.
A Jesús lo consume este Amor, su propia gente y su familia no le han comprendido. Por eso, él sabe en carne propia cómo se siente cuando en tu vida hay oposición a vivir conforme a ese Amor. Jesús trae división porque nunca faltarán contrarios al Amor, al Perdón, a la Justicia y Equidad. Cuando te los encuentres por tus caminos, no renuncies a tu fuego, al contrario, empéñate en arder con un corazón infatigable. Que nadie robe tu esperanza. No te quedes quieto, inmóvil, en paz.
Esa paz que aniquila; que nace del miedo al riesgo, al cambio; la que prefiere conformarse antes que soñar con un mundo más humano y más justo. La paz que no viene de Dios, sino que duerme la conciencia para no ver al hermano solitario, afligido, ignorado, o bien, etiquetado como “malo” o “pecador”.
Jesús nos quema, nos incomoda, nos impele: rompe nuestra rutina hipnotizada y medio muerta. Si tú ya has sentido el fuego, ¿qué haces con él? ¿Te has contagiado de esta pasión y propagas el amor del Padre entre todos por igual?
¿Qué apasiona lo profundo de tu corazón?
que hermosa Homília acabo de leer, me gusto mucho, me encanto desde el principio hasta el final GRACIAS Padre Otilio, por tu mensaje DIOS te siga bendiciendo, todos los días. un abrazo fraterno y con mucho cariño. y mantendré siempre encendido el fuego en mi corazón, alimentándolo de mucho amor hacia mi mismo para que lo comparta a mi prójimo.